lunes, 5 de diciembre de 2011

Datos Segunda Parte

((segunda parte))

RESPUESTAS PARA LOS ESCÉPTICOS
La aseveración del Dr. Metherell parecía bien respaldada por la evidencia. Sin embargo, había aun otros detalles que quería tratar, al igual que un punto débil en su relato que bien podía socavar la credibilidad del relato bíblico.
         -Los Evangelios dicen que los soldados les quebraron las piernas a los dos criminales que fueron crucificados junto a Jesús –mencioné-. ¿Por qué harían eso?
         -Si querían acelerar la muerte; además con la llegada del sábado y de la pascua, los líderes judíos ciertamente querían que todo terminara antes de la caída del sol, los romanos usaban el asta de acerco de una lanza romana corta para despedazar los huesos de la parte inferior de las piernas. Eso evitaba que la persona empujara hacia arriba con las piernas para poder respirar, así que la muerte por asfixia sobrevenía en cuestión de minutos.
         >>Por supuesto que el Nuevo Testamento nos dice que los huesos de Jesús no fueron quebrados porque los soldados ya habían determinado que estaba muerto y solo utilizaron la lanza para confirmarlo. Eso cumplió otra profecía del Antiguo Testamento acerca del Mesías: que sus huesos no serían quebrados.
         De nuevo lo interrumpí.
         -Algunos han tratado de arrojar una sombra de duda sobre los relatos de los Evangelios atacando la historia de la crucifixión –comenté-. Por ejemplo, un artículo que apareció en Harvard Theological Review muchos añas atrás llegó a la conclusión de que había “sorprendentemente muy poca evidencia de que los pies de una persona crucificada se traspasaban alguna vez con clavos”. En cambio, enunciaba el artículo, las manos y los pies de la víctima se ataban a la cruz con cuerdas. ¿Acaso no va a admitir que esto genera problemas de credibilidad para el relato del Nuevo Testamento?
         El Dr. Metherell se movió hacia delante hasta quedar sentado en el borde de su silla.
         -No –dijo-, porque la arqueología ahora ha establecido que el uso de clavos era histórico, aunque, por cierto, admito que a veces se usaban cuerdas.
         -¿Cuál es la evidencia?
         -En 1968 arqueólogos encontraron en Jerusalén los restos de unos treinta judíos que habían muerto durante un levantamiento en contra de Roma alrededor del año 70 d.C. Una víctima, cuyo nombre parece que era Yohanan, había sido crucificado. Y por seguro, encontraron un clavo de 17 cm clavado en sus pies que todavía tenían pegados pequeños trozos de madera de olivo de la cruz. Eso constituye una excelente confirmación arqueológica de un detalle clave de la descripción de los Evangelios de la crucifixión.
         Touché, pensé.
         -Sin embargo, otro punto de contienda es la pericia de los romanos para determinar si Jesús estaba muerto – señalé-. Esta gente era muy primitiva en cuanto a su comprensión de la medicina, anatomía y demás; ¿cómo sabemos que no se equivocaron cuando declararon que Jesús ya no vivía?
         -Le acepto que estos soldados no habían estudiado medicina. Sin embargo, recuerde que eran expertos en matar personas: ese era su trabajo y lo hacían muy bien. Sabían sin lugar a dudas cuando una persona estaba muerta y en realidad no es muy difícil darse cuenta de ello.
         >>Además, si de alguna manera se escapaba un prisionero, los soldados responsables eran ejecutados; por lo tanto tenían un gran incentivo para asegurarse completamente de que cada víctima estaba muerta cuando la quitaban de la cruz.

EL ARGUMENTO FINAL

Recurriendo a la historia y a la medicina, a la arqueología e incluso a las reglas militares romanas, Metherell había cubierto todas las lagunas: Jesús no pudo haber bajado de la cruz con vida. Sin embargo, todavía persistí:
         -¿Hay alguna posiblidad, alguna posibilidad, de que Jesús pudiera haber sobrevivido a esto?
         Metherell negó con la cabeza y me señaló con el dedo para hacer énfasis.
         -Absolutamente ninguna –respondió-. Recuerde que ya estaba en una conmoción hipovolémica por la pérdida de sangre severa incluso antes de que comenzara la crucifixión. De ninguna manera pudo haber fingido su muerte porque no se puede fingir la incapacidad para respirar por mucho tiempo. Además, la espada que penetró en su corazón definió la cuestión de una vez por todas. Y los romanos no iban a arriesgarse a su propia muerte permitiéndole que se escapara con vida.
         -Entonces –observé-, cuando alguien sugiere que Jesús simplemente se desmayó en la cruz…
         -Le digo que es imposible. Es una teoría imaginaria sin ninguna base posible en los hechos.
         Yo no estaba completamente listo para concluir el asunto.  A riesgo de frustrar al doctor, dije:
         -Especulemos que lo imposible sucedió y que de alguna manera Jesús se las arregló para sobrevivir a la crucifixión. Digamos que pudo escapar de sus vendas de lino, correr la piedra inmensa que tapaba la entrada a la tumba y escapar de los soldados romanos que montaban guardia. En términos médicos, ¿en qué estado se encontraría después de haber localizado a sus discípulos?
         Metherell se rehusaba a participar de ese juego.
         -Nuevamente –destacó mostrándose un poco más enérgico-, no hay forma alguna de que pudiera haber sobrevivido a la cruz.
         >>Sin embargo, si lo hubiera hecho, ¿cómo podría haber caminado cuando le habían traspasado los pies con los clavos? ¿Cómo podría haber aparecido en el camino a Meaux poco tiempo después caminando largas distancias? ¿Cómo podría haber usado los brazos después que se los habían estirado y dislocado de las articulaciones? Recuerde que también tenía heridas severas en la espalda y una herida de lanza en el pecho.
         Luego hizo una pausa. Algo surgió en su mente y estaba listo para rematar su punto clavando una estaca en el corazón de la teoría del desmayo de una vez por todas. Era un argumento que nadie ha podido refutar desde la primera vez que lo anticipó el teólogo alemán David Strauss en 1835.
         -Escuche –dijo Metherell-, una persona en ese tipo de estado patético nunca hubiera inspirado a sus discípulos a que fueran a proclamar que es el Señor de la vida que triunfó sobre la tumba.
         >>¿Comprende lo que digo? Después de sufrir ese abuso horrible, con toda la catastrófica pérdida de sangre y el trauma, se habría visto tan lamentable que los discípulos nunca lo hubieran exaltado como el conquistador victorioso de la muerte; hubieran tenido lástima de él y hubieran tratado de cuidarlo hasta que recuperara la salud.
         >>Por lo tanto es absurdo pensar que si se les hubiera aparecido en ese estado desastroso, sus seguidores se hubieran visto impelidos a iniciar un movimiento mundial basado en la esperanza de que algún día ellos también tendrían un cuerpo resucitado como el suyo. Simplemente no hay forma alguna.

UNA PREGUNTA PARA EL CORAZÓN

Metherell había establecido su caso en forma convincente, magistralmente más allá de la duda razonable. Lo había hecho centrándose exclusivamente en la cuestión del “cómo”: ¿Cómo fue ejecutado Jesús de manera tal que se asegurara absolutamente su muerte? Sin embargo, al terminar, percibí que faltaba algo. Había sondeado su conocimiento pero no había tocado su corazón. Así que cuando nos paramos para estrecharnos las manos, me sentí impelido a formularle la pregunta del “por qué” que clamaba por salir.
         -Alex, antes de que me vaya, permítame preguntarle su opinión acerca de algo, no su opinión médica, ni su evaluación científica, simplemente algo de su corazón.
         Percibí que bajó un poco la guardia.
         -Sí –contestó-, lo intentaré.
         -Jesús, en forma intencional, se dejó caer en las manos del que lo traicionó, no se resistió al arresto, no se defendió en el juicio: resulta claro que estaba dispuesto a someterse a lo que usted describió como una forma de tortura humillante y agonizante. Y yo quisiera saber por qué. ¿Qué puede haber motivado a una persona a que acepte soportar ese tipo de castigo?
         Alexander Metherell, esta vez el hombre, no el doctor, buscó las palabras justas.
         -Francamente no creo que una persona común pudiera haberlo hecho –respondió por fin-. Sin embargo, Jesús sabía lo que le esperaba y estuvo dispuesto a padecerlo porque esa era la única forma de redimirnos: haciendo de sustituto nuestro y pagando la pena de muerte que merecemos por nuestra rebelión contra Dios. Esa fue toda su misión al venir a la tierra.
         Habiendo dicho eso, aun podía percibir que la mente de Metherell, racional, lógica y organizada sin tregua continuaba desmenuzando mi pregunta hasta llegar a la respuesta más básica e irreducible.
         -Por lo tanto, cuando usted me pregunta qué lo motivó –concluyó-, bien… supongo que la respuesta se puede resumir en una sola palabra; y esa sería amor.
         Mientras regresaba en el auto esa noche, fue esa respuesta la que se repetía una y otra vez en mi mente.
         En resumen, mi viaje a California había sido de gran ayuda. Metherell había establecido persuasivamente que Jesús no pudo haber sobrevivido la tortura de la cruz, una crueldad tan vil que los romanos exceptuaban a sus ciudadanos de ella, salvo en casos de alta traición.
         Las conclusiones de Metherell eran congruentes con los hallazgos de otros médicos que estudiaron la cuestión detenidamente. Entre ellos se encuentra el Dr. William D. Edwards, cuyo artículo de 1986 en el Journal of the merican medical association concluía: “Claramente, el peso de la evidencia histórica y médica indica que Jesús estaba muerto antes de que se le infligiera la herida en el costado derecho… Del mismo modo, las interpretaciones basadas en la premisa de que Jesús no murió en la cruz parecen estar en contraposición con la evidencia médica moderna”.
         Aquellos que buscan desechar la resurrección de Jesús alegando que de alguna manera había escapado de las garras de la muerte en el Gólgota, deben ofrecer otra teoría más plausible que encaje con los hechos.
         Y luego ellos también tienen que terminar reflexionando en la pregunta inquietante que todos tenemos que considerar: ¿Qué puede haber motivado a Jesús a estar dispuesto a ser degradado y tratado tan brutalmente?

FIN DE LA PRUEBA MÉDICA