martes, 22 de noviembre de 2011

Datos!!


((copiado del best seller de Lee Strobel))

Capítulo 11::
¿Fue la muerte de Jesús una farsa y su resurrección un engaño?

¿RESURECCIÓN O RESUCITACIÓN?
La idea de que Jesús nunca murió en la cruz se puede encontrar en el Corán, el cual se escribió en el siglo VII; de hecho, los musulmanes ahamdiya afirman que Jesús huyo a la India en realidad. Hasta el día de hoy, hay un altar que supuestamente marca su tumba verdadera en Srinagar, Cachemira.
            En los albores del siglo XIX, Karl Bahrdt, Karl Venturini y otros trataron de refutar la resurrección sugiriendo que en la cruz Jesús solo se desmayó por el agotamiento o que se le había suministrado una droga que lo hacía parecer que moría y que luego revivió por el aire húmedo y frío de la tumba.
            Los teóricos de la conspiración reforzaron esta hipótesis señalando que a Jesús se le había dado un líquido en una esponja mientras estaba en la cruz (Marcos 15:36) y que Pilato pareció sorprenderse por lo rápido que Jesús había sucumbido (marcos 15:4). “En consecuencia”, dijeron, “la reaparición de Jesús no fue una resurrección milagrosa sino una mera resucitación fortuita y su tumba quedó vacía porque siguió viviendo.
            Si bien eruditos respetables han repudiado esta teoría conocida como la teoría del desmayo, continúa recurriendo en la literatura popular. En 1929 D.C: Lawrence entretejió este tema en cuento corto donde sugería que Jesús había huido a Egipto, donde se enamoró de la sacerdotisa Isis.
            En 1065 el best seller de Hugh Schonfield, The passover plot, afirmaba que solo el hecho inesperado de que el soldado romano clavara a Jesús con la lanza arruinó su plan complejo para salir vivo de la cruz, aunque Schonfield admitió: “De ninguna manera afirmamos… que (el libro) representa lo que en realidad sucedió”.
            En 1972 surgió la hipótesis del desmayo enel libro de Donovan Joyce, “The Jesus Scroll”, el cual “contiene una serie de improbabilidades más increíbles que el de Schonfield”, según el experto en resurrección Gary Habermas. En 1982, “Holy blood, Holy Grail” agregó el giro de que Poncio Pilato había recibido un soborno para permitir que quitaran a Jesús de la cruz antes de que muriera. Aún así, los autores confesaron: “No pudimos, ni todavía podemos, comprobar la exactitud de nuestra conclusión”.
            Como un mito urbano, la teoría del desmayo continua floreciendo. La escucho siempre que se trata de la resurrección con aquellos que están en una búsqueda espiritual. Sin embargo, ¿qué es lo que establece la evidencia en realidad? ¿Qué sucedió en realidad en la crucifixión? ¿Cuál fue la causa de la muerte de Jesús? ¿Hay alguna manera de que hubiera podido sobrevivir a esa prueba? Ese es el tipo de interrogantes que esperaba que la evidencia médica ayudara a resolver.
           
LA TORTURA ANTES DE LA CRUZ
En principio quería obtener de Metherell una descripción básica de los hechos que culminaron con la muerte de Jesús. Así que después de un tiempo de conversación social, dejé mi vaso de té helado y me acomodé en la silla para quedar frente de él.
            -¡Podría ilustrar lo que le ocurrió a Jesús?-le pedí.
            Se aclaró la garganta.
            -Comenzó después de la última cena –relató--. Jesús fue con sus discípulos al Monte de los Olivos, específicamente al jardín del Getsemaní. Allí, si usted recuerda, oró toda la noche. Ahora bien, durante ese proceso estaba anticipando los hechos del día siguiente. Dado que sabía todo el sufrimiento que tendría que soportar, naturalmente estaba experimentando un gran estrés psicológico.
            Alcé la mano para detenerlo.
            -¡Ajá! Aquí es donde los escépticos se dan un banquete –interpuse-. Los Evangelios nos dicen que comenzó a sudar sangre en ese momento. Vamos, ¿acaso no es eso el resultado de una imaginación hiperactiva? ¿Acaso no pone en tela de juicio la precisión de los escritores de los Evangelios?
            Impertérrito, Metherell negó ocn la cabeza.
            -Para nada –respondió-. Esa es una condición médica conocida llamada hematidrosis. No es muy común pero está relacionada con un alto grado de estrés psicológico.
            >>Lo que sucede es que la ansiedad severa provoca la secreción de químicos que rompen los vasos capilares en las glándulas sudoríparas. Como resultado, hay una pequeña cantidad de sangrado en esas glándulas y el sudor emana mezclado con sangre. No estamos hablando de mucha sangre; es solo una cantidad muy, muy pequeña>>.
            Aunque algo reprendido, insistí:
            -¿Tuvo algún otro efecto en el cuerpo?
            -Esto provocó que la piel quedara extremadamente frágil de modo que cuando Jesús fue flagelado por el soldado romano al día siguiente, su piel ya estaba muy, muy sensible.
            -Muy bien –pensé-, aquí vamos. Me preparé para las imágenes tétricas que sabía que estaban por fluir en mi mente. Había visto bastantes cadáveres en mis años de periodista: víctimas de accidentes automovilísticos, incendios y venganzas del crimen organizado, pero había algo que era en particular desconcertante acerca de una persona que en forma intencional es brutalizada por sus ejecutores decididos a infligir el mayor sufrimiento.
            -Dígame, ¿cómo era la flagelación? –le pregunté.
            Metherell no desvió su vista de mí.
            -Las flagelaciones romanas eran conocidas por ser terriblemente brutales. Generalmente consistían de 39 latigazos pero con frecuencia eran más, según el estado de ánimo del soldado que daba los golpes.
            >>El soldado usaba un látigo con tiras de cuero trenzado con bolas de metal entretejidas. Cuando el látigo golpeaba la carne, esas bolas provocaban moretones o contusiones, las cuales se abrían con los demás golpes. Y el látigo también tenía pedazos de hueso afilados, los cuales cortaban la carne severamente.
            >>La espalda quedaban tan desgarrada que la espina dorsal a veces quedaba expuesta debido a los cortes tan profundos. Los latigazos iban desde los hombros pasando por la espalda, las nalgas, y las piernas. Era terrible.
            Metherell hizo una pausa.
            -Continúe –le dije.
            -Un médico que estudió las golpizas romanas observó: “Mientras continuaba la flagelación, las laceraciones rasgaban hasta los músculos y producían jirones temblorosos de carne sangrante.” Un historiador del siglo III llamado Eusebio describió una flagelación de la siguiente manera: “Las venas de la víctima quedaban al descubierto y los mismos músculos, tendones y las entrañas quedaban abiertos y expuestos.”
            >>Sabemos que muchas personas morían a causa de este tipo de castigo incluso antes de que pudieran ser crucificadas. Por lo menos, la víctima podía experimentar un dolor tremendo y entrar en conmoción hipovolémica. Hipo significa bajo, vol se refiere a volumen y émica significa sangre, por lo tanto, conmoción hipovolémica quiere decir que la persona sufre los efectos de la pérdida de una gran cantidad de sangre. Esto causa cuatro efectos. Primero, el corazón se te acelera para tratar de bombear sangre que ya no existe; en segundo lugar, baja la presión sanguínea, lo cual provoca un desmayo o colapso; en tercer lugar, los riñones dejan de producir orina para mantener el volumen restante; y en cuarto lugar, la persona comienza a sentirse sedienta porque el cuerpo ansía fluidos para reponer el volumen de sangre perdido.
            -¿En cuentra evidencia de ello en los relatos de los Evangelios?
            -Sí, definitivamente –respondió-. Jesús se encontraba en conmoción hipovolémica mientras ascendía por el camino hacia el lugar de la ejecución en el Calvario llevando el madero horizontal de la cruz. Finalmente Jesús se desplomó y un soldado romano le ordenó a Simón que llevara la cruz por él. Luego leemos que Jesús dice: “Tengo sed” y en ese momento se le ofrece un trago de vinagre.
>>Debido a los terribles efectos de esa golpiza, no hay duda de que Jesús se encontraba en estado crítico incluso antes de que con clavos traspasaran sus manos y sus pies.

LA AGONÍA DE LA CRUZ
            -¿Qué sucedió cuando llegó al lugar de la crucifixión? –pregunté.
            -Lo acostaron y clavaron sus manos en posición abierta en el madero horizontal. Esta viga se llamaba patibulum y en ese momento estaba separado del madero vertical, que estaba clavado al suelo en forma permanente.
            -¿Clavado con qué? –pregunté-. ¿Dónde?
            -Los romanos usaban estacas de 12 a 17 cm de largo y afiladas hasta terminar en una punta aguda. Se las clavaban por las muñecas –explicó Metherell señalando un punto aproximadamente a dos centímetros y medio por debajo de su palma izquierda.
            -Un momento –lo interrumpí.-. Pensaba que los clavos habían perforado sus palmas. Eso es lo que muestran todas las pinturas. Es más, se ha convertido en el símbolo común que representa la crucifixión.
            -A través de las muñecas –repitió Metherell-. Era una posición sólida que trabaría la mano; si los clavos hubieran penetrado las palmas, su peso hubiera causado que la piel se desgarrara y se hubiera caído de la cruz. Por lo tanto los clavos traspasaron sus muñecas, aunque se consideraban parte de la mano en el lenguaje de esa época.
            >>Y es importante entender que el clavo atravesaba el lugar por donde pasa el nervio mediano. Ese es el nervio mayor que sale de la mano y quedaba triturado por el clavo que se martillaba.
            -¿Qué clase de dolor pudo haberle producido? –le pregunté-.
            -Permítame explicárselo de la siguiente manera: ¿Conoce el tipo de dolor que uno siente cuando se golpea el codo y se da en ese huesito? Se trata de otro nervio, llamado cúbito. Es muy doloroso cuando uno se golpea accidentalmente. Muy bien. Ahora imagínese tomar un par de pinzas y presionar hasta triturar ese nervio –dijo mientras hacía énfasis en la palabra presionar mientras giraba un par de pinzas imaginarias-. Ese efecto sería similar a lo que Jesús experimentó.
            Me sobresalté por esa imagen y me retorcí en la silla.
            -El dolor era absolutamente insoportable –agregó-. En realidad, literalmente no existían palabras para describirlo; se tuvo que inventar una nueva palabra: “Excruciante”. Literalmente, excruciante significa “de la cruz”. Piénselo: fue necesario crear una palabra porque no había nada en el idioma que pudiera describir la angustia intensa causada durante la crucifixión.
            >>En ese punto, Jesús fue alzado para unir el madero con el polo vertical y luego le pusieron los clavos en los pies. Nuevamente, los nervios de sus pies fueron triturados y eso debe haber causado un tipo de dolor similar.
            -¿Qué presiones debe haber ejercido esto en su cuerpo?            -En primer lugar, sus brazos debieron haberse estirado inmediatamente, probablemente alrededor de 15 cm de largo y ambos hombros se deben haber dislocado, lo cual se puede determinar con una simple ecuación matemática.
            >>Esto cumplió la profecía del Antiguo Testamento en el Salmo 22, el cual predijo la crucifixión ciento sde años antes de que sucediera y dice: “dislocados están todos mis huesos”.

LA CAUSA DE LA MUERTE
Methrell había logrado explicar el punto gráficamente del dolor soportado en el principio del proceso de la crucifixión. Sin embargo, necesitaba llegar hasta lo que finalmente reclama la vida de la víctima de la crucifixión porque esa es la cuestión central para determinar si la muerte puede ser simulada o evitada. Por lo tanto, le formulé a Metherell en forma directa la pregunta acerca de la causa de la muerte.
            -Una vez que la persona está colgando en posición vertical –respondió-, la crucifixión es en esencia una muerte lenta y agonizante por asfixia.
            >>La razón es que la presión ejercida en los músculos y en el diafragma pone al pecho en la posición de inhalación; básicamente, para poder exhalar, el individuo debe empujar hacia arriba con los pies para que la tensión de los músculos se alivie por un momento. Al hacerlo, el clavo desgarraría el pie hasta quedar finalmente incrustado en los huesos tarsianos.
            >>Después de arreglárselas para exhalar, la persona podría relajarse y descender para inhalar otra bocanada del aire. Nuevamente tendría que empujarse hacia arriba para exhalar raspando su espalda ensangrentada contra la madera áspera de la cruz. Continuaría de ese modo hasta que el agotamiento completo se adueñara de si, y la persona ya no pudiera empujarse hacia arriba para respirar.
            >>A medida que la persona reduce el ritmo respiratorio, entra en lo que se denomina acidosis respiratoria: el dióxido de carbono de la sangre se disuelve como ácido carbónico lo cual causa que aumente la acidez de la sangre. Finalmente eso lleva a un pulso irregular. De hecho, al sentir que su corazón latía en forma errática, Jesus se hubiera dado cuenta de que estaba a punto de morir, y es entonces que pudo decir: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” Y luego murió de un paro cardíaco.
            Fue la explicación más clara que jamás había escuchado acerca de la muerte por crucifixión pero Metherell no había terminado.
            -Incluso antes de morir (y esto también es importante) la conmoción hipovolémica debe haber causado un ritmo cardíaco acelerado sostenido que debe haber contribuido al paro cardíaco, lo cual dio por resultado la acumulación de fluido en la membrana que rodea al corazón llamada efusión pericárdica, al igual que alrededor de los pulmones, llamada efusión pleural.
            -¿Por qué es significativo?
            -Por lo que sucedió con el soldado romano que se acercó a él y estando casi seguro de que Jesús estaba muerto lo confirmó clavando una lanza en su costado derecho. Probablemente era su costado derecho; no es seguro pero por la descripción era probablemente el lado derecho, entre las costillas.
            >>Parece que la lanza atravesó el pulmón derecho y penetró el corazón, por lo tanto, cuando se sacó la lanza, algo de fluido (la efusión pericárdica y la fusión pleural) salió. Tendría la apariencia de un fluido claro, como el agua, seguido de un gran volumen de sangre, tal como lo describe Juan, uno de los testigos oculares, en su Evangelio.
            Es probable que Juan no tuviera idea de por qué vio brotar sangre y agua; por cierto que no es lo que pudiera haber anticipado una persona que no posee el conocimiento médico. Sin embargo, la descripción de Juan concuerda con lo que la medicina moderna anticipa que puede haber sucedido. Al principio, eso parecía darle credibilidad a Juan como testigo pero aparentemente había un gran error.
            Tomé mi biblia y fui a Juan 19:34.
            -Un momento –protesté-. Si usted lee detenidamente lo que dijo Juan, dice que vio brotar “sangre y agua”; intencionalmente puso las palabras en ese orden. Sin embargo, según usted, el fluido claro debió salir primero. Por lo tanto, aquí hay una discrepancia muy grande.
            Metherell sonrió levemente.
            -No soy un experto en griego –respondió-, pero según aquellos que lo son, el orden de las palabras en el griego antiguo se determinaba no por secuencia sino por preeminencia. Esto quiere decir que dado que había más sangre que agua, hubiera tenido sentido que Juan mencionara la sangre primero.
            Concedí ese punto pero me hice una nota mental de que debía confirmarlo después.
            -En ese punto, ¿cuál debe haber sido el estado de Jesús?
            La mirada de Metherell se fijó en la mía. Metherell respondió con autoridad:
            -No había lugar a dudas de que Jesús estaba muerto.

1 comentario: